viernes, 16 de mayo de 2014

"Los hábitos lingüísticos de nuestra comunidad nos predisponen hacia ciertas clases de interpretación".
Edward Sapir, antropólogo y lingüista.

Dentro del contexto local-a-global de la acción ciudadana, varias activistas y académicas acordaron que  estamos enfrentando una “crisis de discurso”. Palabras que una vez impartieron visiones radicales del  cambio social han sido cooptadas por grupos más poderosos, haciéndolas desprovistas de su significado o política original.

Por ejemplo, cuando el Banco Mundial usa palabras como “empoderamiento” o “participación de la sociedad civil”, su significado es muy diferente, o por lo menos mucho menos transformativo, de lo que las activistas habían imaginado. Ya que las activistas feministas y las organizadoras de movimientos dependen del significado político de las palabras, hemos decidido, como JASS, generar y reclamar nuestras propias definiciones.

Nuestro deseo es que este diccionario nos ayude a liberarnos del encuadramiento mental que nos impone el paradigma patriarcal dominante (incluyendo sus recientes manifestaciones fundamentalistas como el neoliberalismo y el capitalismo actual) para poder expresar quiénes somos, qué hacemos y cuál es nuestra visión de mundo. Como todas sabemos, las palabras no son neutrales. Ellas son creaciones culturales construidas dentro del paradigma patriarcal que toma al hombre y a lo masculino como modelo de lo humano. Las palabras creadas dentro de este paradigma sirven a los hombres para mantenerse como centrales a la experiencia humana de tal manera que las mujeres y la experiencia femenina son borradas, marginadas o presentadas como poco importantes.

El poder de nombrar -es decir de crear y definir las palabras, de crear y definir las reglas gramaticales de un lenguaje determinado, de proporcionar a las cosas identidad, evocándolas y estableciéndolas como puntos de referencia o relacionándolas unas con otras- es el poder de conformar una cultura determinada, es el poder de establecer lo que existe y lo que no existe, lo que se considera natural y lo que no lo es, lo bueno y lo malo.

El poder de la palabra es el poder de escoger los valores que guiarán a una determinada sociedad; pero más aún, es el poder de crear una determinada realidad. No olvidemos que a través de la historia patriarcal a las mujeres nos han impedido ejercer el poder de la palabra.

Aún en la actualidad a las mujeres se nos dificulta participar en las “reales” o no, academias de la lengua, que hasta hace muy poco tiempo estuvieron integradas exclusivamente por varones. Es más, los diccionarios creados por esas academias son un buen lugar para comprobar la centralidad de lo masculino y la marginalidad de lo femenino. Por ejemplo, los adjetivos están siempre en su forma masculina en los diccionarios de la lengua española, agregándoseles una “(a)” para las formas femeninas.


Los nombres de los animales son otro ejemplo interesante: CABALLO m. Animal solípedo doméstico. YEGUA f. Hembra del caballo. Con sólo estos dos ejemplos podemos comprobar que lo masculino es la norma y lo femenino es “lo otro” o lo que existe sólo en función de lo masculino o para lo masculino.

Como dice la mexicana Elena Urrutia, “acudiendo al Diccionario de la Real Academia Española... deducimos que la mujer es un ser débil, delicado, con afición al regalo y no apta para el trabajo. El  hombre es todo lo contrario. SEXO DEBIL: las mujeres. FEMENINO, NA: Débil, endeble. AFEMINACION: Molicie, flojedad de ánimo. AFEMINAR: Hacer perder a uno la energía varonil. MOLICIE: afición al regalo, afeminación. BLANDO: Afeminado y que no es fuerte para el trabajo. SEXO FUERTE: Los hombres. VARONIL: relativo al varón; esforzado, valeroso y firme. HOMBRADA: Acción propia de un hombre generoso y esforzado. FUERTE: Animoso, varonil".

El diccionario también nos dice que “ser mujer” es “haber llegado una doncella a estado de menstruar” mientras que el “ser hombre” significa “valiente y esforzado” y que no es lo mismo ser una mujer pública que un hombre público ya que la primera es una ramera y el segundo es “el hombre que interviene públicamente en los negocios políticos".

Si el lenguaje es una de las principales formas de comunicación -por medio de él se transmiten de generación en generación los hábitos culturales-, no es de extrañar que las mujeres y lo femenino  estemos invisibilizadas o marginadas del quehacer humano ya que el mismo lenguaje que utilizamos  para comunicar esos hábitos culturales, se encarga de ocultarnos tras el género masculino, o por lo menos minimizarnos, relativizarnos o ridiculizarnos frente al sexo “fuerte”.

El diccionario, aunque divertido, no es un ejercicio sólo para alegrarnos. Es un ejercicio indispensable si queremos tener poder para transformar nuestras sociedades, si queremos saber quiénes somos, si construir un mundo mejor donde la centro sean las personas, el individuo (de cualquier sexo), y no los mercados o estructuras sociales obsoletas y anacrónicas.


Más Información:
Directorio de manuales y recursos para un lenguaje no sexista (Área de Igualdad, Universidad de Oviedo).
Guía del lenguaje no sexista (Universidad de Granada).
Directorio "Lenguaje no sexista" (Universidad Politécnica de Madrid).



“La lengua puede ser de todas y de todos: no es un sistema rígido, cerrado a cualquier mutación sino, al contrario, el cambio está previsto en sus mismas estructuras; es un sistema dinámico, un medio flexible, en continua transformación, potencialmente abierto a escribir en él, infinitos significados y por ello prevé también la expresión de la experiencia humana femenina".
Francesca Graziani

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